Hormesis



 


En Toxicología, la hormesis es un fenómeno de respuesta a dosis caracterizado por una estimulación por dosis baja y una inhibición para dosis altas, que resulta en una curva de respuesta a nuevas dosis en forma de J o de U invertida. Un contaminante o toxina que produzcan el efecto de hormesis tiene, pues, a bajas dosis el efecto contrario al que tiene en dosis más elevadas.

Al parecer la hormesis es una característica de incontables medicinas: con las dosis recomendadas por los médicos tienen un efecto curativo, pero en caso de sobredosis se dan efectos dañinos para la salud. También lo contrario puede ser cierto: la mayoría de los opiáceos tienen en grandes dosis un efecto analgésico, pero dosis muy pequeñas presentan efectos negativos.

En el caso de vitaminas y oligoelementos, las dosis pequeñas no sólo son positivas, sino esenciales para la salud, mientras que grandes dosis son también peligrosas para la salud.

El principio de funcionamiento de la hormesis no siempre está claro. A menudo se consideran dos efectos completamente contrarios que funcionan en paralelo: un efecto positivo que ya se presenta en dosis muy pequeñas, y un efecto negativo que sólo aparece con las dosis más grandes; en el caso de dosis grandes, el efecto positivo es eclipsado por el efecto negativo.

Hormesis en el caso de radiación ionizante

El principio de hormesis en el caso de radiación ionizante es controvertido. Según este principio, y en contra de las recomendaciones utilizadas en la actualidad —más conservadoras—, las exposiciones a las radiaciones ionizantes en bajas dosis resultarían ser beneficiosas para la salud.

Los científicos que defienden esta postura suponen que al ser la radiactividad natural del fondo (que expone al organismo humano a una media en el mundo de unos 2.4 mSv/año) una tasa que ha afectado a los seres vivos desde su aparición en la Tierra, los propios organismos han desarrollado mecanismos para aprovecharse de tales radiaciones, por ejemplo para deshacerse de bacterias o virus extraños. Uno de los efectos observados y donde se sustenta en parte la teoría es la recuperación que presentan las células vivas ante los daños por radiaciones.

Existen estudios epidemiológicos que han intentado demostrar este efecto, pero sin resultados concluyentes, ya que en ocasiones no se han tenido en cuenta otros factores como el envejecimiento de las poblaciones, etc. Un estudio de Estados Unidos famoso al respecto comparaba el número de cánceres aparecidos en ciudades con altitudes bajas (al nivel del mar) con otras en altitudes más altas. Como las radiaciones cósmicas dependen fuertemente de esa altitud, es cierto que el fondo radiactivo es mayor en altitudes altas debido a la protección que la propia atmósfera ejerce. El estudio arrojó el resultado de que a altitudes bajas la incidencia del cáncer era mayor que a altitudes altas, es decir, a dosis más bajas la incidencia del cáncer era mayor. Por supuesto, el estudio no deja de ser una mera curiosidad, ya que no se contempló por ejemplo las edades medias de las poblaciones estudiadas[cita requerida].

Este tema es de ardiente discusión en los foros dedicados a la protección radiológica. Sin embargo, y por precaución, los organismos internacionales dedicados a la protección radiológica o a la promoción de la energía nuclear (ICRP, OIEA, NEA, UNSCEAR, etc.) utilizan el Modelo lineal sin umbral, que asume que la probabilidad de aparición de daños estocásticos (probabilistas como el cáncer) comienza a partir de dosis cero y se comporta de forma lineal hasta alcanzar los datos estudiados (provenientes de estudios epidemiológicos de Hiroshima y Nagasaki entre otros).


Enlaces externos

  • Resultados de estudios epidemiológicos (en inglés)

Véase también:

 
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