Opio



  El opio es una droga analgésica narcótica que se extrae de las cabezas verdes de la adormidera (Papaver somníferum). La adormidera (parecida a una amapola), es una planta que puede llegar a crecer un metro y medio y con flores blancas, violetas o fucsia. Es una planta anual, que puede comenzar su ciclo en otoño aunque lo habitual es a partir de enero, florece siempre a finales de mayo y es cuando se puede proceder a la recolecta del opio.

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Extracción y preparación

El opio se extrae realizando incisiones superficiales en las cabezas, todavia verdes, de la adormidera unos días después de caerse los pétalos de las flores. Los cortes exudan un látex blanco y lechoso, que al secarse se convierte en una resina pegajosa marrón. Esta resina se raspa de las cabezas obteniéndose así el opio en bruto, al dejar secar este durante más tiempo se convierte en una piedra más oscura y cristalina a la vez que pierde agua y se concentran los alcaloides.

Alcaloides

El opio contiene los siguientes alcaloides:  

Fenantrenos

Benzilisoquinolinas

  • Narcotina
  • Papaverina
  • Noscapina
  • Narceína

Para la extracción de los principios activos se utiliza el método Gregory, recogiendo toda la planta, excluyendo raíces y hojas (paja de adormidera), triturándola y diluyéndola en ácidos, tratándola después con un proceso ácido/base, este método fue creado en el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.

Semillas de adormidera

Una vez seca la planta, las cabezas contienen centenares de semillas redondas de un 1mm de diametro, que salen de manera natural por las aperturas de la parte superior de la planta debajo de la corona. Las semillas no contienen, o en cantidad insignificante, ningun alcaloide.

Etimología

El término «opio» deriva del griego ópion que significa ‘jugo’, refiriéndose al látex que exuda la adormidera al cortarla.

Otros nombres del opio son o-fu-jung (‘veneno negro’ en chino, ahiphema en hindi o schemeteriak en persa. En inglés también se conoce con el acrónimo GOM (God’s Own Medicine: ‘la propia medicina de Dios’).


Modos de empleo

Fumar

Tradicionalmente se prepara el opio diluyéndolo en agua y calentándolo a fuego lento, luego se filtra y se calienta otra vez hasta evaporar toda el agua, el resultado es un preparado para fumar sin ceras y otras substancias no deseadas, y con un nivel de morfina mas concentrado, aunque tambien es posible fumar el opio en bruto.

El método mas eficiente consiste en utilizar una pipa metálica, para que el opio pueda llegar a hervir, y suficientemente larga para que el humo se enfrie.

También se puede fumar en papel de aluminio, aunque le cuesta transformarse en gota y correr papel abajo.

Liarse un porro de opio no es óptimo, pues no llega a la tempertura adecuada y se pierde.

Los efectos, al fumar, son instantáneos y se pueden dejar notar de 4 a 6 horas.

"Comer"

Al ingerir opio, lo primero que se nota es su desagradable sabor, una bola del doble de tamaño de una lenteja puede ser una dosis ideal para un novicio. Ingerido los efectos pueden tardar hasta de media hora hasta 2 horas en empezar, y dilatarse de 8 a 14 horas. "Comer" opio es mucho mas duro que fumarlo aunque ambas practicas van acompañadas de náuseas, vómitos y molestias estomacales.

Tisana

Con la planta seca triturada, se puede preparar infusión, creando una bebida relajante muy agradable, la mismas plantas pueden llevarse hasta 3 y 4 veces a hervor.

 

Se dan casos en que el opio es preparado en una cuchara como si fuera heroína y se inyecta directamente en las venas, metodo contraproducente pues produce dolor e inflamación posterior.

También puede ser utilizado para la elaboración de distintos preparados tales como el láudano, ingerido por vía oral.

Legislación

En la mayoría de los países del mundo, esta droga esta catalogada en las del grupo I, por lo que esta rigurosamente prohibido su comercio y posesión con fines lucrativos.

El opio en el mundo

El cultivo legal de opio en el mundo está legislado por la Convención Única sobre Narcóticos de Naciones Unidas y otros tratados y bajo la supervisión individual de cada país productor. El mercado de exportación mundial se reguló a raíz del descubrimiento en 1930 de que una gran red que lo introducía en el mercado negro a partir del cultivo legal.

Muy pocos países autorizan legalmente el cultivo para la posterior extracción de los principios activos, entre ellos India, Francia, Turquía, Yugoslavia o España concentrándose la mayor parte de los cultivos en el sur de la Península Ibérica.

 

La India es el mayor productor legal a nivel mundial y el único que produce opio a la manera tradicional de la incisión.

Otros países que cultivan opio para la exportación legal son Francia, con su compañía Francopia que produce el 25% de la demanda mundial, con ventas alrededor de 60 millones de euros, y la región de Tasmania, en Australia.

Los países del sudeste asiático son los mayores productores de opio para la exportación en forma de heroína a nivel mundial, dándose las tres cuartas partes de la producción mundial en Afganistán, este problema se trata de regular dando licencias a los cultivadores afganos, por parte de Naciones Unidas, para la exportación a nivel legal, aunque también mediante la quema de campos y destrucción de granjas mediante ejercicio militar.

Los Estados Unidos son el mayor consumidor de productos farmacéuticos derivados del opio.

Actualmente el Consejo de Senlis promueve una iniciativa bajo el lema de «Amapola para Medicinas» que se trata de la posible producción de una marca afgana de morfina en los pueblos afganos.[1] Este proyecto utilizará los dos recursos que existen en las zonas rurales de Afganistán: 1) La tradición y la experiencia de cultivar la amapola; 2) los sistemas locales de control social. Combinando estas dos realidades de las comunidades locales, se puede fomentar actividades económicas en la economía legal y hacer un primer paso en el proceso importante de desarrollo rural.

En un reciente artículo de la Washington Quarterly, Peter van Ham y Jorrit Kamminga explican en más detalle los diversos elementos de un sistema de «Amapola para Medicinas» que según los autores funcionará como puente entre el problema de desarrollo y la crisis de seguridad en el país surasiático.[2]

Historia

 

En tablillas sumerias del tercer milenio antes de la era común se lo menciona mediante una palabra que también significa ‘disfrutar’. En los cilindros babilónicos más antiguos se encuentran representaciones de cabezas de adormidera. En el palacio de Ashurnasirpal II en Nimrud (Asiria, actual Iraq) existía un bajorrelieve de una diosa rodeada de adormideras, creado en el año 879 a. C. (actualmente se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York, en la galería de arte asirio). En algunas imágenes de la cultura cretense-micénica se muestran los efectos de la adormidera en imágenes.

 

Su empleo médico se remonta quizá al Antiguo Egipto, donde muchos jeroglíficos mencionan el jugo que se extraía de estas cabezas (el opio) y lo recomiendan como analgésico y calmante, tanto en pomadas como por vía oral y rectal. Uno de sus empleos reconocidos, según el papiro Ebers, es «evitar que los bebés griten fuerte». El opio tebaico aparece mencionado ya por Homero (en la Odisea) como algo que «hace olvidar cualquier pena», y simbolizaba la máxima calidad en toda la cuenca mediterránea.

En tiempos del poeta épico griego Hesíodo (s. VII a. C.), la ciudad que luego se llamaría Sición se llamaba Mekone (‘adormidera’). Esta planta fue siempre símbolo de Demeter, diosa de la fecundidad. Las mujeres casadas sin hijos portaban broches y alfileres con la forma de su fruto, y los enamorados restregaban pétalos secos para averiguar por los chasquidos el futuro de su relación. Los griegos la cultivaban y utilizaban con fines lúdicos y medicinales (como analgésico, en forma de infusiones o con el opio en bruto para el dolor de muelas, como antidiarreico, fiebres y para hacer dormir a los niños).

El historiador Heródoto (m. 425 a. C.) hace la primera mención explícita del uso medicinal de esta droga. En los primeros templos de Esculapio (que eran instituciones parecidas a los hospitales actuales), nada más llegar los pacientes eran sometidos a una incubatio o ‘ensueño sanador’.

Hipócrates es el que le da su nombre actual a la droga, que traduce opós mekonos: ‘jugo de adormidera’. Él lo recomienda como tratamiento para la histeria, que considera como una «sofocación uterina».

En el siglo III adC, el filósofo y científico griego Teofrasto (372-287 a. C.) estudia el opio en sus tratados botánicos

  • Historia de las plantas, en nueve libros (originalmente diez).
  • Sobre las causas de las plantas, en seis libros (originalmente ocho).

Heráclides de Tarento, médico de Filipo (padre de Alejandro Magno) contribuyó a fomentar su difusión, preconizándolo para «calmar cualquier dolor».

Los médicos griegos se volvieron expertos en crear antídotos para el envenenamiento, que —tomados cotidianamente— inmunizaban al usuario. Estas zeriaka o triacas contenían venenos (como la cicuta y el acónito), pero en dosis homeopáticas. Con el tiempo llegaron a haber más de mil recetas de triacas, y todas contenían distintas cantidades de opio.

Cuando Galeno confeccionó su Antídoto Magno, en el siglo II, ya la proporción de jugo de adormidera en las triacas había crecido hasta ser un 40% del total. Siguiendo sus recomendaciones, el emperador Marco Aurelio abría las mañanas con una porción de opio «grande como un haba de Egipto y desleída en vino tibio». Prácticamente todos los emperadores romanos usaban a diario triacas. Nerva, Trajano, Adriano, Septimio Severo y Caracalla emplearon opio puro en terapia agónica y como eutanásico. El mismo tipo de suicidio utilizaban incontables ciudadanos romanos, patricios y plebeyos, pues eso se consideraba una prueba de grandeza moral. Como comenta Plinio el Viejo, «de los bienes que la naturaleza concedió al hombre ninguno hay mejor que una muerte a tiempo, y lo óptimo es que cada cual pueda dársela a sí mismo» (Historia Natural, 18.2.9).

Los romanos acuñaron monedas con la figura de la adormidera. En su libro Materia médica, que es el tratado farmacológico más influyente de la Antigüedad, Dioscórides describe el opio como algo que «quita totalmente el dolor, mitiga la tos, refrena los flujos estomacales y se aplica a quienes dormir no pueden». Por él —y por muchos otros escritores romanos— se sabe que la demanda de opio excedía la oferta, siendo frecuente su adulteración.

Durante el Imperio el opio, como la harina, fue un bien de precio controlado, con el cual no se permitía especular. En el año 301, un edicto de Diocleciano sobre precios fijaba el del modius castrense (una vasija con capacidad para 17,5 litros) en 150 denarios (unos 10 denarios por kilo). En cambio el kilo de hachís (un bien de precio libre) costaba entonces 80 denarios el kilo. Poco después, en el año 312, un censo revela que hay 793 tiendas dedicadas a vender el producto en la ciudad de Roma, y que su volumen de negocio representa el 15% de toda la recaudación fiscal.

Sin embargo, este formidable consumo no genera problemas de orden público o privado. Aunque se cuentan por millones, los usuarios regulares de opio no se consideran enfermos ni marginados sociales. La costumbre de tomar esta droga no se distingue de cualquier otra costumbre —como madrugar o trasnochar, hacer mucho o poco ejercicio, pasar la mayor parte del tiempo fuera o dentro de casa—. De ahí que no haya en latín una expresión equivalente a «opiómano», si bien ya había al menos una docena de equivalentes a «dipsómano» (alcohólico).

 

Falta en la Antigüedad quien considere el opio como panacea, y también como cosa despreciable. Desde tiempos de Heródoto hasta los autores de triacas no hay una sola noticia de alguien envilecido por el uso del opio.

Esta planta llegó desde la cuenca mediterránea portada por Alejandro Magno hasta Asia.

En Persia, en el siglo XI, el mítico médico Ibn Sinna (o Avicena) —padre de la medicina árabe— lo utilizaba como eutanásico. Y su gran discípulo Al-Razi o Rhazes otorga a esa sustancia un lugar dominante en la farmacopea, como anestésico y analgésico.

En el califato de Córdoba (España), que durante el siglo X era el lugar más culto y liberal de Europa, vuelve a prepararse la triaca magna o galéncia para la corte de Abderramán; también aparecen allí varios libros sobre botánica medicinal y farmacia, inconcebibles en cualquier reino cristiano de la época.

Tomando como núcleo productor las plantaciones turcas e iraníes, la rápida expansión del Islam diseminó el opio desde Gibraltar hasta Malasia, en pastillas que a veces llevaban el sello mash Allah (‘regalo de Dios’). Hacia el siglo IX sus usuarios solían comerlo, aunque los persas ya acostumbraban fumarlo; también era frecuente consumirlo en jarabes de uva, mezclado con hachís.

 

La cultura árabe se servía del opio como euforizante general, recomendable para el tránsito de la segunda a la tercera edad, y para sobrellevar los sinsabores de ésta última. Se consumía tanto en privado como en públicos diván (equivalente a los occidentales casinos).

Según Hans Sachs, un famoso autor de calendarios, a mediados del x. XVI escribe:

Al recorrer el campo de batalla, vieron con sorpresa que los sarracenos seguían teniendo el falo duro y erecto. El médico de campaña —sin dar muestras de extrañeza— les explicó que aquello no tenía nada de extraordinario, pues de todos era bien sabido que los turcos acostumbraban tomar opio, y que el opio procura excitación sexual aún después de la muerte.
 
— Hans Sachs

Muchas medicinas del siglo XIX se basaban en una preparación a base de opio, el láudano.


Guerras del opio

[ver Guerras del opio ]  

El mercadeo de opio por parte de Inglaterra y de Estados Unidos a China generó un conflicto de proporciones. Los chinos consideraban que Occidente no tenía nada de valor con lo que comerciar. Pero los comerciantes ingleses y estadounidenses, fuertemente respaldados por la Corona inglesa, vieron en el opio la posibilidad de tener intercambio.

El opio y sus derivados (morfina, heroína, etc.) constituyen unas de las drogas más adictivas. Un obrero chino que se volvía adicto, gastaba 2/3 de su sueldo en opio y dejaba a su familia en la miseria[cita requerida]. Para 1839 el opio ya estaba al alcance de los obreros y campesinos.

Se generó con esto una epidemia de adictos en China por lo que el emperador debió tomar cartas en el asunto, nombrando a Lin Hse Tsu para que frenara el tráfico de opio, éste les quemó los cajones y se arriesgó una guerra (1839). Cuando los chinos entraron en Hong Kong en 1999, lo primero que hicieron fue poner una estatua de Lin, que es considerado por ellos como un héroe nacional.

Lin Hse Tsu mandó una carta a la Reina Victoria I del Reino Unido pidiéndole que no traficara más con opio (1). La Reina Victoria respondió mandándole la Armada Británica. Esto provocó las Guerras del opio.

 


Novelas sobre el opio

  • Confesiones de un inglés comedor de opio (de Thomas De Quincey).
  • Naked lunch (de William Burroughs).
  • Opio, el diario de una desintoxicación (de Jean Cocteau).
  • Todo bajo el cielo (Matilde Asensi).
  • Opio en las nubes (de Rafael Chaparro Madiedo).

Enlaces externos

  • Mind-surf.net/drogas/opio.htm (más sobre el opio).
  • Erowid.org/chemicals/opiates/opiates.shtml (en inglés).
  • Secffaa.mil.do/drogas/opio.htm
  • Poppies.org/gallery (galería de fotos de la papaver somníferum).
  • Geopium.org/Photos/Pavots_Poppies/pavotspoppies.htm (fotos de adormideras).
  • A.V.E. María El opio según el Dioscórides (propiedades medicinales).


 
Este articulo se basa en el articulo Opio publicado en la enciclopedia libre de Wikipedia. El contenido está disponible bajo los términos de la Licencia de GNU Free Documentation License. Véase también en Wikipedia para obtener una lista de autores.
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