Claridad en aprobación de nuevos productos y seguridad jurídica, peticiones de la biotecnología agroalimentaria

04.10.2017 - España

La Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO) y la Plataforma de Mercados Biotecnológicos, con la colaboración de Bioval, Biovegen, Food for life Spain e IATA, han organizado en Valencia la jornada “Oportunidades de innovación en el campo agroalimentario de la mano de la biotecnología”, en la que se ha hecho un análisis sobre los alimentos funcionales, su regulación, beneficios y oportunidades y los avances en las técnicas de edición del genoma y la regulación aplicable, enfocado en el debate generado a nivel europeo e internacional sobre cómo se deberían evaluar y regular los productos derivados de estos diferentes métodos.

Además, se han organizado reuniones de partnering (desarrollo de negocio) entre entidades de biotecnología y empresas de alimentación para la posible puesta en marcha de oportunidades de innovación.

La Comunidad Valenciana es la sexta comunidad autónoma por número de empresas usuarias de la biotecnología (232), con el 7,8% del total, y la cuarta por empresas estrictamente biotech (65), con el 9,9% del total. En cuanto a inversión en I+D en biotecnología, dedicó 49 millones de euros, el 5,3% del total nacional, con 806 trabajadores.

Entre algunos de los avances generados en el sector agroalimentario, la biotecnología ha permitido desarrollar nuevas variedades vegetales, razas animales y cepas microbianas mejoradas en sus propiedades productivas, organolépticas, físico-químicas o nutricionales.

Desde el prisma agrícola, ha hecho posible desarrollar cultivos resistentes a plagas y enfermedades o tolerantes a herbicidas, o cultivos más tolerantes a estrés ambiental. Además, la biotecnología ha permitido desarrollar productos de uso agrícola como fertilizantes, fortificantes, bioestimulantes vegetales o biofitosanitarios que mejorarán los rendimientos de los cultivos y su calidad. Desde el ámbito de la ganadería ha permitido un mejor y más controlado desarrollo de ésta, al generar nuevas vacunas, fármacos veterinarios o herramientas moleculares para diagnóstico de enfermedades.

También permite generar nuevos alimentos e ingredientes alimentarios con propiedades más saludables o atractivas para el consumidor. Avanzando en la cadena de producción, la biotecnología también permite mejorar significativamente las actividades de la industria de transformación, ayudando a desarrollar nuevos fermentos, enzimas o ingredientes alimentarios que convierten los procesos en más eficaces y con un menor impacto ambiental.

Además, cabría destacar el impacto positivo sobre los dos últimos eslabones de la cadena, la distribución y el consumidor, ya que ha desarrollado potentes herramientas de diagnóstico que permiten detectar patógenos o contaminantes a niveles ínfimos, ayudando a salvaguardar la seguridad y la salud de los ciudadanos. Y no sólo eso, entre alguno de los avances más relevantes, la biotecnología también ha ayudado a desarrollar nuevos alimentos que ayudan a prevenir el desarrollo de enfermedades, o procesos que permiten reciclar y valorizar los subproductos de las empresas agroalimentarias, generando productos de enorme interés económico y social, como los plásticos biodegradables, minimizando así el impacto ambiental no sólo de la propia industria agroalimentaria, sino el de otras relacionadas como la de envases y embalajes.

Es decir, la biotecnología constituye una herramienta fundamental para la mejora en la eficiencia del uso de los recursos disponibles al servicio de las necesidades de nuestra sociedad.

Además cabría señalar que para atender a la necesidad de la innovación y los retos sociales actuales y futuros, será imprescindible el uso e implementación de todas las herramientas y sistemas disponibles que el conocimiento científico y técnico actual nos proporciona, para que puedan ser adoptados por los diferentes modelos de producción agrícola (agricultura convencional, ecológica, biotecnológica, etc.), incluyendo a los  avances obtenidos con o sin ingeniería genética, dando lugar, respectivamente, a organismos modificados genéticamente o no modificados genéticamente.

Pipeline de biotecnología alimentaria

Durante 2017, 31 entidades biotecnológicas (centros tecnológicos, empresas, fundaciones y parques científicos y tecnológicos) españolas pertenecientes a ASEBIO desarrollaron cerca de 213 productos con aplicación en el área alimentaria, entre los que se encuentran nuevos ingredientes y aditivos, probióticos, sistemas para la mejora de la seguridad alimentaria, bioproductos (como biofertilizantes o bioestimulantes), bioprocesos, así como medicamentos veterinarios y piensos.

Para el caso de ingredientes, aditivos y probióticos, se han contabilizado 75 productos. En cuanto a los productos para la seguridad alimentaria y para la detección de sustancias, se han contabilizado un total de 64, y también se han recogido 35 bioproductos, bioprocesos y otras tecnologías con aplicación en el área alimentaria.

En cuanto a los medicamentos veterinarios, se han contabilizado 39 desarrollados por 12 compañías. Si analizamos la distribución de estos medicamentos veterinarios en función del área terapéutica, vemos que el 51% van dirigidos a tratar enfermedades infecciosas, el 23% a enfermedades parasitarias y el 15% tanto para tratar enfermedades del sistema digestivo o para el tratamiento de desórdenes musculoesqueléticos. Por último, también comentar que se han registrado 15 productos en el ámbito de los piensos.

“Todos estos productos contribuyen de manera significativa no sólo a mejorar la competitividad de nuestro sector agroalimentario, sino a incrementar la seguridad y mejorar la salud de los consumidores. La investigación es por tanto fundamental e imprescindible en el desarrollo de estos productos”, explica el delegado de la Comisión de Agroalimentación de ASEBIO, Daniel Ramón.

“Creemos necesario buscar fórmulas imaginativas que permitan una mayor interacción público-privada en investigación y desarrollo agroalimentario, a partir de ejemplos de éxito como el “Food Valley” en Holanda, o el trabajo en Noruega con productos de la pesca. Sin duda, una receta que implique menos burocracia y más contacto directo, sin intermediarios, entre el investigador y el desarrollador del producto final será la clave del éxito”, subraya Ramón.

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