Medicina en la prehistoria y la protohistoria



 

Tabla de contenidos

Fuentes

Hay dos disciplinas científicas que permiten recopilar datos sobre la medicina prehistórica:

  • la paleopatología, que estudia los síntomas presentados por los restos mortales
  • la etnología, que estudia las civilizaciones; todavía existen en nuestros días civilizaciones prehistóricas o protohistóricas que pueden servir de sujeto de estudio.

Paleopatología

Los huesos fósiles son la principal fuente de información a disposición de los investigadores. El análisis de los huesos permite conocer las enfermedades que aquejaban a los hombres prehistóricos. Por ejemplo, las metástasis óseas son fácilmente observables; la tuberculosis y la sífilis dejan también efectos característicos en los huesos. También es posible detectar una reducción de fractura por la forma de su callo óseo de consolidación:[1] el callo no se forma si el movimiento no está limitado; su ausencia puede interpretarse como una ausencia de acto médico. Una dificultad proviene del hecho de que ciertas fracturas pueden curarse definitivamente sin tener que recurrir a ningún sistema de inmovilización.

Las intervenciones quirúrgicas, como la trepanación o las amputaciones, también permiten extraer conclusiones sobre las prácticas médicas.

Etnología

Es posible estudiar ciertos grupos étnicos, en particular en el oeste de África, y estar tentado de sacar conclusiones sobre las prácticas médicas prehistóricas. Esta aproximación presenta muchas dificultades, como la diferencia de clima, y las grandes diferencias de prácticas entre etnias. De Laet previene:

Una similitud tecnológica no implica necesariamente instituciones sociales o religiosas idénticas
(De Laet S.: L’archéologie et ses problèmes, Latomus, 1950, citado por Paul A. Janssens)

En fin, ciertas pervivencias del folclore permiten remontarse a los orígenes prehistóricos.

Medicina, religión y folclore

Probablemente la medicina precede a la religión, puesto que la necesidad de sobrevivir es más imperiosa, más primaria que la necesidad de explicarse el mundo. La relación de la medicina con la religión, definida como un sistema de creencias, es estrecha, y solamente la medicina moderna se ha liberado de esta relación, aunque no totalmente. Por otra parte, las prácticas mágicas se definen como la tentativa del hombre de influir en la naturaleza, ¡que también es una definición de la medicina! A título de ejemplo, el chamán o sanador de una tribu puede administrar quina, fuente de quinina, a una persona aquejada de malaria, y nosotros juzgaríamos este acto como médico porque sabemos que la quinina es un medicamento que mata el Plasmodium, el agente de esta enfermedad. Por el contrario, en el momento que realiza una danza de exorcismo para cazar los « malos espíritus », tenderíamos a rechazar este acto como no médico. Sin embargo, para esta tribu, ambos son actos indisociables. Es necesario, pues, considerar que la danza chamánica, en este caso, es un acto médico porque es percibido como tal por la tribu en cuestión.[2] Por otra parte, el efecto psicosomático de la danza es real, medible, y este efecto no ha desaparecido con el advenimiento de la medicina científica (véase efecto placebo). Por ejemplo, los niños de la región de Calabria llevan alrededor del cuello collares con dientes de animales para « prevenir las complicaciones » del crecimiento de los dientes. Se han encontrado collares similares en excavaciones del Paleolítico, suponiéndoseles un uso médico-religioso. Las reminiscencias de prácticas mágicas pueden aparecer mucho más tarde en la historia. El siguiente ejemplo es ilustrativo de este aspecto.

Meteoritos

Los útiles en piedra tallada fueron sustituidos por los útiles en metal pero no desaparecieron totalmente, convirtiéndose a menudo en útiles« rituales ». Las « piedras caídas del cielo » (Thunderstones (en inglés)) son a menudo hachas de piedra pulida investidas de propiedades mágicas, una de ellas la de sanación. Sujeto a los riñones, se consideraba al meteorito como un remedio contra los cálculos renales: en 1600, al Conde de Lorraine, aquejado de esta enfermedad, se le prescribió este remedio.[3] No sólo el útil sino también quien lo maneja está investido de poderes sanadores. En Bélgica, se han encontrado piedras venidas del cielo empotradas en el cemento de una construcción reciente.[4] En Inglaterra, hasta principios del siglo XX, un moribundo podía pedir que su cráneo fuera hecho pedazos con un hacha de piedra, llamada para la ocasión martillo bendito; uno de estos ejemplares está expuesto en el museo de Miln. Paul A. Janssens vio en esto una relación con la costumbre católica de dar tres golpes en la cabeza a un papa fallecido con un martillo de plata.[5] Un roble, en el municipio belga de Herchies (Henao) se usa para recibir clavos clavados con un hacha pequeña con objeto de hacer desaparecer un forúnculo (los valones usan el término clavo para forúnculo). Herchies está situado cerca de Spiennes, conocido por sus minas de sílex neolíticas.

Estimaciones de la esperanza de vida media de los hombres prehistóricos

Es extremadamente difícil responder de forma satisfactoria a esta cuestión: tenemos un conocimiento muy parcial de las poblaciones prehistóricas y protohistóricas, basado en las condiciones de conservación así como en los ritos funerarios que variaban a lo largo del tiempo (sepultura, cremación, etc.) o de la eventual recopilación de datos (variación de los tratamientos post-mortem en función del sexo, de la edad, de la clase social, etc.). Muchos estudios usan el análisis de esqueletos encontrados en un lugar y establecen estadísticas sobre la edad de la muerte y, por extrapolación, dan una esperanza de vida. La mayoría de estos estudios muestra que los esqueletos más representados son de personas de unos 15 años, y las mujeres se encuentran más representadas que los hombres. Véase la compilación que W. Krogman publicó en 1940:[2]

Porcentaje de muertes
 Antes de los 30 añosAntes de los 40 años
Neanderthal80%95%
Cro-magnon62%88%
Mesolítico86%95%

A título de comparación, el 70% de los Sinantropos moría a los 15 años.

El aumento de la mortalidad en el Mesolítico se explica probablemente por la gregarización de la sociedad humana, que se sedentariza y ve aparecer la agricultura, asociada a un recalentamiento climático. Hay que comentar que la población creció considerablemente en este período. Por otra parte, se acepta que las epidemias hicieron desaparecer totalmente grupos humanos enteros.[6] Muchos investigadores dan estimaciones de la densidad de población en el curso de la Prehistoria. El prehistoriador André Leroi-Gourhan, basándose en la cantidad de alimento disponible, estima este número en 30 personas por km2 durante las fases glaciares. Al inicio del recalentamiento climático, este número aumenta considerablemente.

Noción de cuidados médicos y nacimiento de la medicina

La cuestión de la definición del acto médico es crucial. ¿Debe considerarse que el corte del cordón umbilical es un acto médico, y en tal caso la medicina sería tan antigua como el hombre, y en cierta medida, común a los animales? La noción de cuidados « médicos » conlleva necesariamente una parte de arbitrariedad. Un acto médico puede definirse como la operación orientada a aliviar el sufrimiento o la enfermedad: que se consiga por la vía rápida de un acto chamánico o gracias a un conocimiento adquirido por la observación, es esta voluntad de aliviar lo que importa. Incluso en caso de fallecimiento, la existencia de una ceremonia funeraria de enterramiento o cremación implica una voluntad de ayudar al prójimo en su paso al más allá como cuando estaba vivo. Una ceremonia así es la prueba de un vínculo mental entre los vivos y los muertos. Se puede entonces aventurar que la medicina aparece en el momento en que el hombre honra a sus muertos, en vez de abandonar los cadáveres de sus semejantes a los carroñeros.
El Homo heidelbergensis de Atapuerca parece ser el primer homínido que practicó ceremonias mortuorias, en el Pleistoceno. Las primeras sepulturas verdaderas son las realizadas por el Hombre de Neanderthal, hace unos 100.000 ans (Shanidar, La Chapelle-aux-Saints, Le Moustier). La existencia de un « culto a los cráneos » por los neanderthales, incluso entre sus predecesores, ya se había planteado antiguamente incluso antes de volver a ser cuestionada. Un caso menos sujeto a interpretación es el de dos pozos neolíticos llenos de cráneos (27 en el primero, 6 en el segundo, 9 mujeres, 20 niños y sólo 4 hombres) de las grutas de Ofnet, en Nördlingen (Baviera). Estos pozos están ricamente decorados y contienen ofrendas y herramientas. El hecho de que todos los cráneos estén orientados hacia el oeste elimina cualquier duda sobre el significado de este lugar. La baja proporción de cráneos masculinos ha permitido avanzar la hipótesis de una masacre por una tribu rival cuando los hombres estaban probablemente en una partida de caza.


Cirugía

Los actos quirúrgicos son más fáciles de estudiar, ya que los huesos conservan a veces señales de estas operaciones.

Trepanaciones

  Las más antiguas trazas de trepanación, operación que consiste en perforar el cráneo, se remontan a finales del Neolítico, incluso al Mesolítico. El primer cráneo trepanado fue descubierto en 1685[7] por Montfaucon, en Cocherel, pero no fue hasta 1816 que Jean-Denis Barbié du Bocage presentó un cráneo encontrado en Nogent-les-Vierges « presentando un traumatismo que había provocado la pérdida de parte del cráneo, lo que no impidió a su poseedor vivir aún varios años (12 años según los cálculos de Frédéric Cuvier). En 1873, M. Prunières encontró un pedazo de parietal en un dolmen de Lozère, que probablemente fue usado como amuleto. Prunières fue el primero en usar el término de « trepanación », término enseguida fijado y mejor definido por Paul Broca. En 1878, Just Lucas-Championnière fue el primero en considerar que la trepanación no se usaba simplemente como un ritual, sino más bien era una medida quirúrgica destinada a hacer disminuir la presión intracraneal. Análisis ulteriores han mostrado que no todos los cráneos fósiles agujereados fueron necesariamente trepanados, dado que muchas afecciones (cáncer, enfermedades infecciosas, ...) o heridas de guerra erosionadas por el tiempo pueden crear una perforación similar. Algunas pruebas llevadas a cabo por paleontólogos, como por ejemplo Paul Broca,[8] han demostrado que es posible realizar una trepanación a perros con ayuda de útiles tallados en sílex sin matar al animal ni dañar la duramadre. El polvo de hueso obtenido se recogía posiblemente por sus propiedades mágicas y como remedio. La forma regular de ciertas trepanaciones ha permitido afirmar que se utilizaban compases.

Debe distinguirse entre dos tipos de trepanaciones: las realizadas en individuos vivos y las hechas tras su muerte, no solamente por razones no médicas sino sobre todo para obtener una « rodaja », como la encontrada por M. Prunières. Esta distinción es fácil cuando ha habido el tiempo necesario para un inicio de cicatrización. De otra manera, una trepanación que comporta la muerte del individuo es difícil de distinguir de la realizada post-mortem. En general se practicaban en el hueso parietal izquierdo o el occipital, y más raramente en el hueso temporal o el frontal. A menudo tienen la forma de un óvalo de 3 a 4 cm x 4 a 5 cm, aunque existen diferentes medidas, y algunas trepanaciones son cuadradas. Se ha informado de una trepanación tan grande como 14 cm x 11 cm, con supervivencia del paciente. La presencia de suturas testimonia habilidad técnica, ya que una ruptura del sinus venosus sería fatal. Por otra parte, sobre un cráneo precolombino con cinco trepanaciones, McCurdy[9] describe la ausencia de signos de infección después de la operación cuatro veces de cinco, concluyendo que existían métodos para combatir las infecciones. En la medida en que las técnicas de momificación precolombinas han mostrado el uso de bálsamo de Perú, mentol, sales, taninos, alcaloides, saponinas, así como de cierto número de resinas no identificadas, substancias muchas de ellas ricas en ácido cinámico, un excelente antiséptico,[10] no se excluye que los cráneos trepanados hayan sido impregnados de estas substancias para favorecer la sanación. McCurdy reporta que de 45 cráneos estudiados, 26 sobrevivieron a la operación, 11 muestran signos de curación parcial, y solamente 8 murieron durante la operación; estas cifras se traducen en resultados asombrosamente buenos. Este tipo de estudios permite también concluir que debía existir una importante vida social, donde de los débiles y los heridos se hacía cargo el resto del grupo.

¿Por qué razones el hombre prehistórico realizaba trepanaciones, sea pre- o post-mortem? En lo que concierne a las trepanaciones post-mortem, es posible que fuera por una razón práctica, para colgar el cráneo, como se observa en los Dayak de Borneo, que practican un culto al cráneo. También es posivle que el cráneo pudiera servir de vaso, probablemente para un uso ritual: « beber del cráneo de un enemigo es la voluptuosidad suprema del bárbaro », escribe Broca, de un texto de Tito Livio (Libro XXIII, capítulo xxiv). La trepanación puede también, según Lehmann-Nietsche, permitir la extirpación del cerebro para acto seguido verter una resina conservante. De hecho, se ha encontrado un cráneo así, que se encuentra en el museo de la Plata. Los Ainus del Japón parece ser que efectuaban una trepanación para curar la sífilis. Finalmente, la trepanación simplemente podría haber tenido por objeto recuperar un fragmento de cráneo que serviría como remedio. Esta hipótesis descansa sobre el hecho de que los químicos del siglo XIX se procuraban la « ossa wormiana », unas piezas triangulares recortadas de un cráneo que se usaban como remedio contra la epilepsia.

En cuanto a las trepanaciones hechas en vivo, Le Double propone dos tipos: las trepanaciones con fines quirúrgicos y la trepanaciones con fines médicos. El primer caso concierne a los casos de osteítis y de necrosis de los huesos del cráneo, de hernias del encéfalo, en los casos de concusión del cráneo (para quitar los fragmentos de huesos) e hidrocefalia. Las trepanaciones con fines médicos abarcan los casos de epilepsia, histeria, delirios, convulsiones y locura, en particular sobre los niños, precisa Broca. Más todavía, la trepanación permite « a los malos espíritus » escaparse por el agujero practicado. Las convulsiones son un síntoma frecuente de las avitaminosis D, una afección frecuente en el Neolítico, pero también en los casos de hipertermia, supuesto en el cual la trepanación conduce a la desaparición de los síntomas.

Más allá del Neolítico las trepanaciones son más raras, aunque se encuentran aún entre los Galos, los Francos y los Merovingios así como en el siglo V en la Alemania central.

Otro tipo de operación quirírgica practicada en el cráneo, más raro, es la denominada « marca sincipital en T».[11] Los motivos de esta operación, no fatal, no se conocen con certeza. Se encuentra exclusivamente en cráneos de niños y de mujeres. Podría tratarse de alguna forma de castigo, de una práctica mágica o una iniciación, incluso de una forma de tatuaje.

Amputaciones de los dedos

«con falanges amputadas»]] Muchas representaciones en positivo o negativo de manos a las que les faltan dedos están presentes en las pinturas parietales gravetienses (especialmente en las grutas de Gargas, de Pech Merle o de Cosquer). El significado de estas amputaciones no está consensuado y, en la actualidad, la mayoría de investigadores priviliegia un significado simbólico, ya que diversas imágenes se obtuvieron doblando uno o más dedos. Hay que señalar por tanto que podría tratarse de amputaciones de carácter médico, para tratar un panadizo u otra infección digital, por ejemplo. Esta posibilidad de acto médico se ve apoyada por el hecho de que el pulgar está estadísticamente tan amputado como los otros dedos, y que ninguna mutilación ritual implica el pulgar (piénsese en las amputaciones observadas entre los yakuzas, mafiosos japoneses, por ejemplo). No obstante, la pérdida de estos dedos podría ser espontánea y debida a la gangrena o a la mordedura del frío en periodo glacial.

Véase también

Paleopatología

Notas y referencias

  1. El callo óseo es la cicatriz consecutiva a la consolidación de una fractura
  2. a b (en inglés) Paul A. Janssens, Paleopathology – diseases and injuries of prehistoric man, Traducción del holandés por Ida Dequeecker, John Baker, Londres, 1970, ISBN 212998447
  3. Vaultier, R., La médecine populaire en Lorraine, La Presse Médicale, 1960, citado por Paul A. Janssens
  4. Nelissen, A., Liaison entre la préhistoire et le folclore : silex taillé retrouvé dans une habitation actuelle, Bull. Soc. Préhist. fr., 51, 1954, p.32, citado por Paul A. Janssens
  5. Paul A. Janssens, op. cit., p.46
  6. Moodie, R., Paleopathology, an introduction to the study of ancient evidences of diseases, Urbana, Illinois, 1923, citado par Paul A. Janssens
  7. Rivet, L., Pathologie et chirurgie préhistoriques, Presse médicale, 53, 1945, p.402, citado por Paul A. Janssens
  8. Broca, P., Sur les trépanations du crâne et les amulettes crâniennes à l’époque Néolithique., Congrès international anthropol. et arch. prehist., Budapest, 1876, pp101-196, citado por Paul A. Janssens
  9. MacCurdy, G., Human skeletal remains from the highland of Peru. , Am. J. Phys. Anthrop., 6, 1923, pp. 217-329, citado por Paul A. Janssens
  10. [(en francés)http://www.biam2.org/www/Sub129.html Ácido cinámico]
  11. [(en francés)http://loic.hibon.free.fr/sincipit.html Marca sincipital, con esquema]
 
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